Inflación y matriz distributiva, por el Gallego Fernández*


El modelo económico, definido alguna vez como “matriz diversificada de producción, con inclusión social”, se cimento en los superávits gemelos compuestos por la balanza externa y el presupuesto del estado. Este dispositivo macroeconómico, tiene como estructura dinamizante de la economía, al sector externo, sustentado en una tasa de cambio altamente competitiva.


Esta matriz, y la distribución regresiva originada en la modalidad devaluatoria de Duhalde, permitieron recomponer el capital de trabajo y recuperar la capacidad ociosa instalada, la cual superaba el 40% en el conjunto de las ramas industriales; las metas de crecimiento en el PBI, fueron superadas anualmente y se avanzó paulatinamente en la recuperación del empleo.

La visión de que el sector externo dinamizaría al conjunto de la economía, tiene su primera dificultad en la manifestación de la crisis global del capitalismo 2008/09, para aquel entonces los productos manufacturados de origen industrial representan el 50% de las exportaciones y otro 25% son productos industriales de origen agropecuario; hoy se puede apreciar una cambio significativo en estos porcentajes, especialmente en el avance del sector primario sobre el manufacturero.

El estado frente a la crisis redobló esfuerzos para sostener el empleo, desde la inversión en obra pública, el subsidio al empleo, o líneas de crédito a empresas con dificultades, para valorizar el capital; en estas circunstancias reaparece en el discurso político el consumo interno, como pilar de la economía.

Este giro del sector externo como dinamizante en la expansión económica, al consumo interno como nuevo pilar del crecimiento; no tiene un correlato que rediseñe la variables macroeconómicas, los instrumentos del estado para tales fines, como tampoco un plan, sobre las transformaciones estructurales, que se requieren, para satisfacer los consumos postergados de los argentinos y alcanzar una situación de pleno empleo.

Por otro lado se observa una lectura desacertada de la crisis global, a la cual se le imputa la génesis en la ausencia de regulación en la esfera financiera, cuando en realidad, tiene un carácter estructural, que proviene de una limitación insalvable para valorizar la acumulación de capital a la misma tasa de ganancia, originada en los incrementos absolutos de las productividades, que brinda el nuevo patrón tecnológico, ello es lo que imposibilita el precio a futuro de cualquier producto financiero; la consiguiente volatilidad del sistema y las intervenciones especulativas.

La otra lectura desacertada, es la visión keynesiana sobre la intervención del estado, para sortear los desajustes en el ciclo virtuoso que postula esta teoría; el ciclo virtuoso del keynesianismo, tiene como premisa un modelo de acumulación autocentrado en un formación nacional, y no estrategias globales de acumulación en segmentos de la estructura social de distintas formaciones nacionales, que convalidan la oferta.

En las contradicciones que encierra este diagnóstico, y la limitación ideológica de considerar, que en un proceso de expansión de la economía el mercado asigna recursos de manera progresiva, aparece un contexto inflacionario, al cual no se le puede atribuir, el resultado de desequilibrios por inelasticidad de la oferta, ni tampoco por aceleración en la rotación de la moneda; la matriz distributiva, es controlada desde el mercado por las corporaciones que tienen capacidad de anticipar precios y mediante el proceso inflacionario mantienen tasas de ganancias extraordinarias, por transferencia de riqueza del conjunto de la estructura social, hacia las formaciones concentradas de capital.

El proceso inflacionario, y el control de las corporaciones sobre la asignación de la riqueza que produce el trabajo, desestructura los pilares del modelo basado en el sector externo, e impide resituarlo en el consumo interno, como dinamizante de la expansión económica. La brecha entre la evolución de precios internos y la tasa de cambio; que paulatinamente se amplia desde el 2007; generó condiciones inmejorables para la fuga de divisas, (87000 mil millones en cuatro años – lo que representa el ahorro en consumo de riqueza que generan el trabajo), posibilitó una presión importadora de productos y un incremento paulatino de las importaciones sobre las exportaciones; la perdida paulatina de mercados externos de las economías regionales, deterioro del ahorro en pesos para el pequeño ahorrista, con fuertes presiones sobre el mercado cambiario; estancamiento de la economía por reducción del poder adquisitivo, donde la persistencia de inflación con estancamiento, comenzará a volcar a los precios el mayor costos fijo por unidad de intercambio; incremento en los subsidios del estado a los servicios públicos, por incrementos en los costos laborales de las prestatarias; mayores costos en obra pública e insumos del estado; desajustes en la imposición de ganancias e inequidad en la asignación universal por hijo; en general se puede observar una expansión del gasto con fuertes dificultades, para sustentarlo desde ingresos genuinos, dado el carácter regresivo de la estructura impositiva y la ralentización del proceso económico.

Las reacciones del gobierno para sostener el esquema de gobernabilidad, ha combinado medidas de carácter coyuntural; esencialmente dirigidas al sector externo de la economía, cepo cambiario; barreras aduaneras, liquidación de divisas en el país para las explotaciones extractivas que no lo hacían; modificación de los fondos de las aseguradas que permanecían en el exterior; etc. De carácter estructural, se puede señalar la modificación de la Carta Orgánica del BCRA y la derogación completa de la ley de convertibilidad y la estatización de YPF para cerrar la incidencia sobre la balanza externa del déficit energético.

El constante esfuerzo por atraer inversiones externas, tiene poca vinculación con sustentar la economía desde el consumo interno y está mas vinculado a fortalecer la balanza externa; por otra parte, las medidas contraciclicas como el Procrear no tienen la suficiente escala, ni diseño, para que funcione como apalancamiento, tampoco se obtuvo el desarrollo esperado en las líneas de crédito impuestas a los Bancos con destino a la pequeña y mediana empresa, lo cual no solamente se puede imputar a la política crediticia restrictiva de la Banca Privada hacia ese sector, sino esencialmente a la situación de estancamiento y contexto inflacionario que posee la economía.

Las presiones oficiosas para poner techo a la discusión salarial, como desaceleración de precios, es una quita explícita al poder adquisitivo, y una contradicción insalvable con el objetivo de sostener la expansión económica, desde el mercado interno.

Si el conjunto de la sociedad, y especialmente los trabajadores no comienzan a debatir sobre la matriz distributiva, y el rol del estado en el diseño y regulación de la misma. La brecha existente entre precios y salarios, donde los primeros son iguales o superiores al de los países centrales y la retribución al trabajo con muchas dificultades, representa un tercio de lo que se paga en esos países (en crisis); torna totalmente inconsistente, pensar una economía basada en el mercado interno.



Tampoco es sustentable en el tiempo un régimen cambiario; o un modelo sustitutivo de importaciones ajustado a necesidades coyunturales; se requiere un marco regulatorio de inversiones, para las corporaciones, que poseen estrategias globales, de lo contrario habrá una fuerte deslocalización de empresas; cuestión que debería preverse, ya que los intereses del conjunto de los argentinos, es totalmente antagónico a las estrategias globales de acumulación de las multinacionales, estén radicadas o no en el país.



Si no se logra instalar en la agenda política un debate sobre el control de la matriz distributiva, que hoy manejan las corporaciones desde el contexto inflacionario que producen; los cambios estructurales que se requieren para modificar la misma con consenso popular; y una aplastante voluntad del pueblo, para satisfacer los consumos populares y alcanzar pleno empleo; los sectores dominantes impondrán el relato de una crisis, derivada de un incremento en el gasto público; la emisión monetaria y el retraso cambiario, persistiendo la fragmentación, por dispersión del ingreso en la estructura social, y construyendo representaciones políticas, que legitimen sus intereses particulares como el interés general de la sociedad.



La defensa e intangibilidad, del poder adquisitivo, es un objetivo político, lo cual requiere de un marco jurídico innovador e instrumentos del estado en todos los ámbitos, que posibiliten a este, la asignación de recursos, en reemplazo de las corporaciones que controlan el mercado. El debate político en los trabajadores, la organización y el protagonismo popular, son el camino para transformar estructuralmente la matriz distributiva y garantizar las aspiraciones de igualdad y felicidad siempre presentes en la mayoría del pueblo.

*Feliciano Fernández es Economista y referente del Movimiento de Liberación Carlos Mugica